La comarca de Villuercas-Ibores

Que un territorio sea declarado Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) habla, por si sólo, de la riqueza ambiental de un territorio; y este es el caso de la comarca de Villuercas-Ibores, una de las zonas más bellas y desconocidas de toda la geografía extremeña, en este caso concreto, de la provincia de Cáceres. Y es que, no hace aún demasiado tiempo, las comunicaciones viales de la zona dejaban, cuando menos, bastante que desear, lo que dificultaba –a la par que desanimaba- a quien quería acercarse a este territorio.

Ubicada en el mapa entre los ríos Tajo y Guadiana, y teniendo a la localidad de Guadalupe como capital de la comarca –no ha de olvidarse el hecho de que el monasterio homónimo allí levantado es Patrimonio de la Humanidad-, la comarca de Villuercas-Ibores tiene dos territorios claramente diferenciados. Por una parte, agrestes montes; por otra, extensos campos adehesados en los que crecen alcornoques, castaños y rebollos. No es extraño pues que aquí convivan, ganado bovino, ciervos, jabalíes y linces junto a un gran número de ejemplares de buitres negros y leonados, alimoches y cigüeñas negras que, si antes tenían aquí una estancia temporal, ya tienden a permanecer aquí durante todo el año (ya se sabe, cosas del calentamiento global). Cuando uno llega hasta aquí desde fuera del territorio, sobre todo si lo hace en las primeras o últimas horas del día, cuando la luz tamizada descubre tonos que ocultará la intensa luz del mediodía, lo que irá descubriendo será una paleta de colores, una sinfonía de sonidos que revelarán que se está llegando a un territorio en el que la vida abunda, con conejos y perdices correteando entre la retama e incluso algún ciervo que, a una prudente distancia, encuentra refugio bajo la densa sombra de un alcornoque.

Enmarcada la comarca entre los ríos Tajo y Guadiana, a nadie ha de extrañar que aquí hayan brotado (en realidad, construidos por la mano del hombre) paisajes que antes no existían… pero que han acabado por ser integrados en un paisaje enmarcado entre montañas altas, provocativas, de desnuda roca. Un ejemplo son los varios pantanos que por aquí remansan.

Quizás la mejor manera de adentrarse en la comarca es hacerlo por Cañamero, por la carretera que va a Navezuelas. Será la manera de descubrir unos deliciosos valles alfombrados de castaños que, en días otoñales, ofrecen excelentes excusas para hacer trabajar al disparador de la cámara sobre un paisaje de fantasía teñido de verde, rojo y amarillo.