Tánger, la puerta entre África y Europa

Cosmopolita y algo decadente, lo que proporciona a la ciudad mucha parte de su encanto, Tánger (norte de Marruecos) es un lugar realmente especial. Tradicionalmente de paso, dada su ubicación, por esta ciudad han pasado, entre otros, fenicios, visigodos y romanos. Es evidente que tanta mezcla habría de dejar aquí –como ha sucedido- un crisol cultural siempre muy presente en sus ajetreadas calles.

Puerta de salida, para quien quiere marchar a Europa, y de entrada, para quien viaja al continente africano, Tánger es una ciudad de comerciantes (a veces, honrados; a veces, no tanto –cuidado con los carteristas, guías y taxis no oficiales-) que regentan, por ejemplo, las muchas tiendas abiertas en cualquier rincón de la ciudad.

Hay pocas dudas acerca de que Tánger es una ciudad a la que hay que acercarse, visitar y perderse por ella, sobretodo, por su vieja Medina, de calles estrechas y zigzagueantes. Deliciosamente fotogénica, el viajero disfrutará, por esta parte de la ciudad, fotografiando y contemplando casas de rasgos arabescos; puestos callejeros de mujeres vendiendo hortalizas que, quizás esa misma mañana, han recolectado en un huerto de las afueras de la ciudad; a lugareños (normalmente hombres) que, en la puerta de sus casas, beben té o juegan al backgammon, las damas o el parchís; cafés que, con su ambiente fresco, invitan a entrar dentro. Muchas de estas imágenes suceden en el llamado “Le Petit Socco” (Zoco Chico), una de las zonas más famosas de la medina.

Hecha esta parada obligatoria, lo que toca ahora es seguir caminando por la Jemaa el-Kebir –o Rue de la Marine, si se prefiere el nombre en francés-. La despreocupada e intuitiva marcha de los pasos del viajero serán quienes guíen a éste hacia la hermosa Gran Mezquita. Un poco más adelante reconocerá el caminante que el nombre de “Marine” le viene que ni pintada a la calle por la que se camina. Será cuando, algo más adelante, aquel descubra un mirador que cuelga sobre la fachada marítima. Allí, el Mediterráneo, visto desde África, espera como esperan la visita del viajero, a las afueras de la ciudad, las Grutas de Hércules, el lugar en el que, según la leyenda, descansó el héroe de la antigüedad después de haber cumplido sus doce trabajos.