Lisboa

Tan cerca y tan lejos. Lisboa es la capital de nuestro país vecino y sin embargo se ha mantenido en un segundo plano hasta hace pocos años, cuando ha resurgido y se ha convertido en un destino turístico de primer nivel. El encanto de su arquitectura, sus buenos precios, sus buenas comunicaciones por avión, la afabilidad de los lisboetas y su gastronomía la convierten en una ciudad ideal tanto para escapadas como para pasar una semana en ella.

Fado, azulejos, tranvías, bacalao, miradores, dulces, ginjinha... Es imposible definirla en una sola palabra, así que descubramos algunos de sus encantos.

Los indispensables

Belem

El tranvía número 15, que podréis coger en la Plaza del Comercio o en Cais do Sodre, os acercará hasta esta hermosa zona donde deberéis pasar varias horas para descubrir todos sus secretos. Además de la Torre de Belem (a la que se puede subir), no debéis iros sin visitar el Monasterio de los Jerónimos, una auténtica joya arquitectónica de estilo gótico manuelino, fruto de la riqueza portuguesa de la época de los Descubrimientos. Pasaréis tiempo en su claustro. Preguntad en taquilla porque junto a la entrada existe la posibilidad de hacer una visita guiada. En Belem espera también un museo gratuito que alberga una colección de arte moderno muy destacable. Se trata del Museo Berardo con obras de Wharhol, Duchamp, Dalí y mucho más.

Alfama

Sus calles adoquinadas y sus casas de azulejos crean un ambiente romántico que no se consigue en ninguna otra capital europea. A veces la decadencia se deja ver en los edificios, pero en los últimos años, parece que se está invirtiendo de la zona para recuperarla. Sentaros en una de sus plazas y tomar un vino, mientras veis pasar a los vecinos que continúan su vida a pesar del turismo. Aquí son conocidos los bares con Fado en directo. Informaros bien, porque muchas veces son un engaño para el turista. Si queréis algo más auténtico, alejaros del bullicio y buscad alguna cervejaria. Éstas son pequeños garitos llenos de parroquianos que disfrutan de un buen vaso de cerveza o de ginghinja (un licor de cereza que odias o amas) mientras discuten sobre los problemas del país.

Castelo de Sao Jorge

Desde lo alto vigila a los lisboetas y visitantes. Merece la pena subir y divisar desde allí la extensión de la ciudad y ver la grandeza del Tajo. Si no se tiene vértigo se pueden recorrer sus murallas y subir a sus torres. Abre los siete días de la semana y, en temporada alta, hay visitas guiadas en castellano, que ayudan a comprender la historia propia del edificio y también la de Lisboa.

Parque de las Naciones

Esta zona se construyó para la celebración de la Expo de Lisboa 1998. Como muchos otros lugares que han acogido eventos de esta magnitud, se ha intentado darle una segunda vida. Así se pueden visitar varios lugares destacando el Oceanario. Allí aguardan animales marinos como tiburones, mantas y rayas, pero también otros más amables como pingüinos y nutrias. Nuestro consejo es que os informéis sobre la hora en que alimentan a estos simpáticos habitantes del recinto, ya que es una experiencia curiosa.

Convento do Carmo

Lisboa sufrió un terrible episodio trágico que ha marcado toda su historia reciente. El 1 de noviembre de 1755 un terremoto destruyó media ciudad. Como recuerdo, y para comprobar las dimensiones del seísmo, no hay nada como visitar las ruinas del Convento do Carmo, en el barrio del Chiado. Es impresionante ver cómo se mantienen los arcos medio derruidos. En la actualidad, además de museo, se utiliza como teatro al aire libre. Justo detrás se ubica el famoso Elevador de Santa Justa. Quizá os asustéis porque vayáis a la hora que vayáis, siempre hay fila para subir en su parte baja. Así que paciencia si queréis montaros, sino desde este punto podéis disfrutar de las mismas vistas que hay desde el elevador sin necesidad de hacer cola durante un tiempo largo.

Plaza del Comercio

Tras el terremoto, la manera de construir cambió. Un ejemplo es esta amplia plaza con porches, a la que se puede acceder desde la Rua Augusta atravesando el Arco del Triunfo. Aquí empiezan muchas visitas guiadas que hay en la ciudad y se encuentran dos de las oficinas de turismo oficiales de Lisboa.

Plaza del Rossio

Su nombre real es Plaza de Pedro IV, pero todos la conocen como Plaza del Rossio. Es quizá uno de los lugares más conocidos y es que desde este punto salen muchos autobuses hasta varios puntos de la ciudad. Se ubica en la Baixa, muy cerca de la Plaza Restauradores. Desde aquí uno puede encaminarse hacia la Rua Augusta. Es una zona llena de ambiente a cualquier hora del día, cualquier día de la semana. En su esquina noreste se localiza Ginjinha Espinheira, un local diminuto especializado en dicha bebida, en el que seguramente tendréis que hacer fila si queréis probar este licor. Os lo servirán en un vasito de plástico que deberéis de beber fuera del local.

Lisboa en tranvía

Sentados en los viejos asientos de madera del tranvía número 28, visitaréis de manera cómoda y con encanto los lugares más emblemáticos de la capital portuguesa. El precio no es barato, ya que son 2,85 por trayecto. No obstante, existe la posibilidad de contratar la tarjeta Lisboa Card, donde además del transporte gratis de tranvías, buses, metro y trenes, obtendréis descuentos y entradas gratuitas a varios monumentos y museos de Lisboa. El 28 comienza en la Plaza Martim Moniz y en su primer tramo pasa por los barrios de Graça y Alfama enfrentándose a cuestas, esquinas imposibles y transeúntes que se cruzan en su camino. Después desde el Mirador de Santa Lucía encara hacia la Baixa para desde allí dirigirse al Chiado, el Barrio Alto y Estrela. Más o menos, dependiendo de la época, el trayecto dura unos 45 minutos. ¡Ah! Y cuidado con los carteristas, que este es uno de sus principales campos de acción.

Una ciudad para comérsela

Destacar una sola especialidad de Lisboa sería imposible. Nos tendríamos que pasar horas y horas discutiendo para llegar a alguna conclusión unánime. ¿Serán sus dulces? ¿Serán sus vinos? ¿Sus pescados? ¿Su carne? Hay tanto para elegir que cada dos pasos os encontraréis con un restaurante en el que por muy poco dinero os pondréis las botas. Para comer podéis ir a la zona de Graça, menos turística o perderos por las calles de la Alfama más profunda. Para cenar, os recomendamos que os acerquéis hasta el Barrio Alto, ya que el ambiente os envolverá y os hará disfrutar de la marcha lisboeta. Y para postre, nada como un pastel del Belem, que o bien podéis probar en el mismo barrio de Belem, en la tradicional pastelería que comenzó a elaborarlos en 1837 o también os podéis acercar hasta la Manteigaria (Rua do Loreto 2, Barrio Alto), ya que muchos lisboetas consideran que aquí se hacen los mejores pasteis de Belem del país. Y lo mejor, sin duda, es el precio. Por un euro, tendréis uno recién hecho.

Una advertencia. En los restaurantes pensados para turistas, muchas veces sobre la mesa encontraréis olivas y quesos. No son un regalo del bar como aperitivo. Si os los coméis os los cobrarán (a veces a precio de oro). Así que si no queréis llevaros un susto cuando os saquen la cuenta, podéis rechazarlos al principio, avisando a los camareros que no os interesan y que se lo lleven. No habrá ningún problema y os evitaréis largas discusiones. Esto significa también que si conseguís comer en un restaurante donde no os sirvan dichas aceitunas y aperitivos, habréis encontrado un bar auténtico portugués.

Recuerdos únicos y con solera

A lo largo de Lisboa os asaltarán las tiendas con imanes de todo tipo y tamaño. No obstante, si queréis algo más auténtico, más portugués, una muy buena idea es acercarse hasta el Campo de Santa Clara (tras el Panteón Nacional) y conocer de primera mano la Feria da Landra. Es un mercadillo que se celebra todos los martes y los sábados por la mañana, donde encontraréis de todo tipo de cacharros. Muebles, libros, vasijas, ropa... Es difícil, no caer en la tentación. Encontraréis souvenirs de los más kitsch y con suerte, primeras ediciones de libros muy complicados de encontrar en España.

Si por otra parte, lo que queréis es encontrar ropa moderna tipo hipster y objetos de diseño y de autores locales, podéis desplazaros hasta LX Factory, una zona bajo el Puente 25 de Abril. Allí se encuentra una antigua fábrica reconvertida, en la que se ha creado un espacio con restaurantes, tiendas y bares de marcha. Es una zona alternativa que en los últimos tiempos se ha vuelto más comercial. No obstante, el entorno no ha perdido el encanto. Merece la pena pasear por sus calles y naves, entrando en la zona de talleres para ver cómo crean los artistas lisboetas. No os perdáis la librería Ler Devagar, un espacio para la literatura y la creación, que enamorará a los amantes de los libros.

Dos excursiones cercanas

Aquí la elección es relativamente sencilla: Sintra. A pocos kilómetros en tren, el paisaje cambia y se llega a una preciosa zona montañosa, que los ricos portugueses usaron para construir auténticos palacios. Como muchos lugares, es una buena idea ir a primera hora de la mañana, ya que tiene una gran afluencia de viajeros durante todas las épocas del año. Allí, hay mucho por ver. En la parte baja, además del propio pueblo, se puede visitar el Palacio Nacional de Sintra y la Quinta da Regaleira. Ésta última suele tener menos gente y merece mucho la pena. Para subir a la parte alta es más que recomendable o bien hacerlo en autobús (cuesta 5 euros el recorrido circular) o si se van cuatro personas coger un taxi. Arriba aguardan el precioso Palacio da Pena y el Castillo de los Moros. El tren a Sintra sale desde la Estación del Rossio.

Otra excursión cercana muy atractiva es la que lleva hasta la localidad costera de Cascais, donde además de poder dar un paseo muy interesante se puede disfrutar de la arena de la playa. Eso sí, hay que recordar que el Atlántico no es el Mediterráneo por lo que la temperatura del agua no será la misma. Si sois frioleros, podéis observar las olas desde la toalla. Cascais está aproximadamente a 30 kilómetros de Lisboa, y al igual que Sintra ha sido destino de aristócratas y artistas a lo largo de las primeras décadas del siglo XX. Otra idea es recorrer el paseo marítimo para llegar hasta la cercana Estoril. Es un paseo sencillo, que dura una media hora a pie. Una vez allí, podéis probar fortuna en el Casino de Estoril. Eso sí, aseguraros de que no os jugáis los billetes de vuelta a Lisboa. El tren se coge en la estación de Cais do Sodre, en la línea de Cascais. Hay bastante frecuencia durante todos los días de la semana.

Tomarse un selfie para enmarcar

Lisboa está llena de miradores. Ventanas al Tajo o a otros lugares que permiten disfrutar de los colores y los sonidos de una ciudad hecha para el disfrute. Escoger uno solo para hacerse un selfie es complicado, por ello no vamos a desplazarnos hasta el más bonito (porque todos tienen sus encantos), sino hasta el más alto. Este es el Mirador de Graça, en el barrio que lleva el mismo nombre. Desde allí, bajo los árboles, podréis hacer un repaso de todo lo visitado hasta el momento: el Castillo de San Jorge, el Elevador de Santa Justa, el Convento do Carmo,el barrio de la Alfama, la zona de la Baixa...

Un antiguo burdel convertido en café

Garitos con encanto hay cientos en Lisboa, pero si hay uno curioso, que ha sabido reconvertirse es la Pensao Amor (Rua do Alecrim nº 19). Este antiguo burdel se sitúa cerca del Mercado de Cais do Sodre. A principios de siglo, los marineros llegaban a puerto y tras meses en alta mar daban rienda suelta a sus pasiones visitando casas de todo tipo. Una famosa era ésta que hoy en día ha cambiado su público. Ocupa un edificio y no es, sino un café que ha mantenido sus salas, su barra, sus paredes tapizadas en rojo y hasta sus sillones. Abre tanto para cafés como por las noches. Tiene varios ambientes, incluso dispone de una biblioteca de literatura erótica o una sala con una caravana dentro, en la que quizá os encontréis una pitonisa qué os ayude a conocer vuestro futuro en Lisboa. El tiempo pasa rápido aquí dentro observando la decoración. Zorros disecados, fotografías antiguas de señoritas, esculturas... Todo refinado y con mucha gracia.

Un museo necesario

Junto a la hermosa Catedral, casi pasa desapercibido un museo de reciente apertura, que será un gran descubrimiento para aquellos que devoren los libros de Historia. Aquí se localiza el Museo do Aljube. No está aquí por casualidad, no. Este edificio albergaba la sede de la PIDE (la policía secreta en tiempos de la dictadura de Salazar). Por ello, aquí se encuentra este museo de historia del siglo XX, en el que se repasan todos los acontecimientos que sacudieron a nuestro país vecino. Muchas veces la historia de Portugal se desconoce, pero tras recorrer estas instalaciones se sabrá mucho más. Se descubrirá la historia de la dictadura, de las guerras de la colonias, de la Revolución de los Claveles, incluso la relación con España. La entrada es gratuita y las informaciones explicativas están tanto en inglés como en portugués.

Dónde dormir

Sí, hay también hay que dormir y descansar, aunque sea difícil desconectar de la ciudad. Para ello, Lisboa es una ciudad económica, que por poco dinero ofrece muchas posibilidades de alojamiento. Una muy buena idea es escoger un hotel en la zona del Chiado, ya que además de tener la zona de la Baixa justo al lado, también está el Barrio Alto con su marcha nocturna a dos pasos. Otra área de la ciudad con una gran oferta de hoteles es la Avenida Marques de Pombal con establecimientos más modernos, también a un paso del centro. Si lo que os apetece es despertaros con una vistas de ensueño, quizá vuestro alojamiento deba de situarse en Alfama. Eso sí, todos los días tendréis que bajar y subir cuestas para llegar hasta ellos.