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Destino o alojamiento

Paraiso Seychelles. Las perlas del índico

Seychelles, un paraíso por descubrir… Hasta hace no demasiados años, casi nadie en España sabía de este archipiélago enclavado en mitad del Océano Índico, a 1.800 kilómetros de la costa este de África. Pero, poco a poco, fueron siendo conocidas. Primero, gracias a algunos buscadores que viajaban a aquellos mares en busca de cristalinas aguas, de rica fauna; después, las parejas de novios que eligieron el paradisíaco paraje para celebrar su viaje de ídem.

Empezamos la ruta por Seychelles

Aunque las Seychelles son un archipiélago de ciento quince islas, el viajero que se desplaza con el tiempo racionado no habrá de visitar todas…para conocer, con bastante precisión aquel lugar. Le bastará para ello con viajar a Mahé, con su cultura victoriana e impulso comercial; Praslin, edén de salvaje naturaleza (por nada del mundo perderse el valle de Mai); la Dige…o playas tranquilidad y tipismo; o Bird Island, una suerte de viaje en el tiempo, a la edad de los náufragos. Un millón de pájaros y las tortugas más viejas del mundo nos pondrán en nuestro sitio. Pero vayamos por partes…cómo diría Jack el Destripador.

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Mahé, compras y chiringuitos en Seychelles

Es la isla más grande del archipiélago y solaz de la capital, Victoria, una ciudad en cuya atmósfera se mezclan, cual perfecto cóctel, el bullicio nativo y el aire pausado dejado por Gran Bretaña, la antigua colonia –la réplica exacta del Big Ben de Londres, ubicado en la plaza central de la ciudad, deja bien claro quien mandó aquí-. Alrededor tiendas, bares, discotecas, casinos y hasta un mercado, en el que puedes comprar el pescado y llevártelo a un chiringuito para que te lo preparen, muestran algunas de las opciones de ocio del lugar…a las que habría que sumar las setenta y cinco playas de la isla. Sin duda: alquilar un coche es la mejor opción de conocer estos lugares.

Los 25.000 habitantes de Victoria –seguramente es ésta la capital más pequeña del mundo- llevan un parsimonioso ritmo de vida que a todos los hábitos de su vida cotidiana transmiten…empezando por el caminar (aquí está el único cruce con semáforos, además del único cine).

Desconexión en el paraíso…

Llagados a estas islas, sería aconsejable que adaptásemos el ritmo de los pasos de sus habitantes…que dejáramos en casa nuestros frenéticos pasos urbanitas. Disfrutaremos más, nos empaparemos más de todo lo que a nuestros sentidos llegue.

Y hablando de sentidos. Volvamos al mercado… e impregnémonos de aromas, colores, voces… Destacando, sobretodo, las pescaderías cuajadas de bonitos y atunes –se consumen 95 kilos de pescado al año por lugareño-; y los coloristas puestos de mangos, plátanos, canela, vainilla….Para los amigos de las emociones fuertes se recomienda la salsa que llaman Hell Fire (evidentemente, el nombre lo dice todo). ¿Y que decir de los puestos callejeros de orquídeas y peces, con aplicados rastafaris pesando la compra? ¿O de esa espiritualidad en la que convive el templo hindú con las iglesias católica y anglicana?

Digue o la isla de las fotografías

En barco se puede acceder, desde Mahé a la que, con toda seguridad, es la más fotografiada de las Seychelles: la isla de Digue. Pero antes de embarcar, un consejo: no dejarse en el hotel –cámara aparte- gafas, gorra y, sobretodo, protector  de mosquitos (su tamaño aquí es de consideración…lo mismo que sus picaduras). Hecho esto, sólo queda disfrutar de un lugar en el que la brillante arena se funde con el esplendor turquesa de las aguas. Esta breve descripción es mucho cuando se refiere a la playa de Grand Anse, al sudeste de la isla, ese paraíso que es blanco arenal enmarcado entre suaves colinas de tupida vegetación.

Buena gente y momentos que retratar

Aquí poco más de veinte vehículos y veinte ciclistas dan uso a unas cuidadas carreteras… ellos y unos simpáticos taxis que no son otra cosa que carros tirados por bueyes. Pero si, la mejor forma de conocer la isla es alquilar una bicicleta (no se sufra antes de tiempo; todo lo más habrá que afrontar suaves colinitas.

Este es un lugar en el que cualquiera puede saludar.. y a cualquiera se puede saludar. En el muelle, en una curva de la carretera, en el casino… Aquí cualquier rincón es bueno y apropiado para charlar.

Hemos traído la cámara de fotos….y nos vamos a hartar de utilizarla. Por ejemplo, recorriendo, al oeste de la isla, l´Union: una zona boscosa plagada de gallinas y tortugas gigantes (además de insectos de –también- considerable tamaño-; o, un poco, el espacio de Digue Veuve Reserve, una zona perfecta para fotografiar todos los pájaros que habitan la isla.

Seychelles, el edén en la Tierra

A un cuarto de hora de vuelo de avioneta desde Mahé, la isla de Praslin el hogar de los tres pájaros más raros del planeta Tierra –bulbul, pichón de la fruta y el papagayo negro- y el espacio surcado por el sendero verde más conocido de las Seychelles, el que atraviesa el valle de Mai. Patrimonio de la Humanidad, aquí crece la palmera del coco de mer. Enorme fruto (puede llegar a pesar más de veinte kilos), este coco es asociado con el pubis femenino y poderes afrodisíacos.. y se deja madurar durante seis o siete años antes de recolectarlo.

Caminando entre estos majestuosos árboles (treinta metros de altura; más de doscientos años de vida y hojas que superan los catorce metros de largo), y otros, no menos espectaculares, se camina entre penumbra y misterio, rodeado por el canto de los loros negros y el rumor del viento meciendo las ramas.

Ah, si te gusta el buceo, nos dejes de sumergirte en las aguas de la playa de Anse Lazio, en la punta norte…y, si vas a estar a la intemperie al caer el sol, cúbrete la cabeza: a partir de las seis, salen los murciélagos y comienzan a hacer de las suyas

Mi vida cómo un naufrago

A todos nos ronda, de vez en cuando, por la cabeza escapar de todos y de todo… ¿y qué tal un lugar en el que sentirse cómo un naufrago del siglo XVIII? Bird Island, te da esta oportunidad. Pequeña pero espectacular y a media hora de avioneta desde Mahé, aquí la visita se convierte, desde que se pone un pie en tierra, en un intenso y pleno maridaje con la naturaleza.

Para empezar, uno se siente cómo el propietario de la isla…puesto que sólo se admiten cincuenta visitantes por turno. Además, los guías locales te dan todas las instrucciones necesarias para moverte por allí….además de una linterna para guiarte cuando se va la luz, pues allí no hay corriente eléctrica. Lo que si hay es más de millón y medio de pájaros y una tortuga –Esmeralda con más de doscientos años. Ah…al no haber luz, las noches estrelladas son simplemente espectaculares.

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