La Augsburgo de los Emperadores

Si, así podría definirse, de una forma tan sencilla como contundente, esta bella ciudad de la Baviera austriaca. Y no sólo –que ya sería suficiente argumento- por haber sido fundada por decisión personal del emperador romano Augusto, sino también por que, siglos después, fue especialmente mimada por todo clase de emperadores germánicos, empezando por Carlos I de España y V de Alemania. De hecho, nuestro católico emperador tuvo que viajar varias veces hasta aquí para frenar la pujante fuerza del luteranismo… además de a tratar con los banqueros Fugger (los castellanizados Fucares, de los que tanto saben en Almadén y Almagro) y Walter, quienes pusieron el dinero para que nuestro Carlos pudiera guerrear en Europa… a cambio, por ejemplo, de concesiones como la explotación de las minas de Almadén. Por cierto, los Fugger levantaron en Salzburgo, allá por el siglo XV, los bloques de viviendas para pobres llamados los Fugerei, las primeras ayudas sociales concedidas en toda Europa. Ser pobre, de Augsburgo, católico, y rezar tres oraciones diarias hacia el banquero y su familia, bastaba para ser un potencial inquilino de esta barriada compuesta por 8 callejuelas y 140 viviendas repartidas en 67 casas. Una vez en el casco antiguo de la ciudad, hay una visita que, sin discusión alguna, se presenta como obligada: la Catedral. Construida entre los siglos IX y XIV, para empezar a hablar de la Seo, bien podría decirse que su historia es tan larga como lo es el listado de los maestros que trabajaron dentro de sus muros, en sus vidrieras, sus pórticos.

Para hallar el alma de la construcción hay que encaminarse a la parte más antigua del edificio: su cripta. Construida en el siglo X, sus frescos románicos y góticos simplemente quitan la respiración, lo mismo que su célebre Ventanas de los Profetas, tenidas por los expertos como entre las más antiguas vidrieras figurativas de toda Europa (probablemente datan de la mitad del siglo XII).

Es Salzburgo una ciudad para pasearla tranquila, sin prisas, buscando cada rincón, y adentrándose en cada rincón. Por ejemplo, bien pudiera imaginarse que se está caminando por ella un domingo por la mañana, sin apenas coches circulando y con todo el tiempo del mundo para caminarla cuando apenas circulan vehículos y recorrerla a pie o en tranvía. La sensación que se percibe es sencillamente de una tranquilidad gozosa.

Así es Augsburgo, la ciudad que se extiende entre la confluencia de los ríos Lech y Wertach, que es la segunda ciudad más antigua de Alemania –después de Trieste- y que tiene en la plaza del Ayuntamiento su principal referencia urbana. Además, y atravesada por la hermosa y colorista calle Maximilian, la principal de la ciudad, el viajero tendrá tener la certeza que se está en el corazón de la ciudad en la que nació Bertol Brech.