Valle de Benasque, recio rincón Pirenaico

Tallado, pacientemente, en trabajo de millones de años por las aguas del río Ésera, quizás sea el valle de Benasque la imagen más prototípica de toda la vertiente española de los Pirineos. Y dentro de ellos, especialmente sugerentes son los llamados Montes Malditos, siempre altivamente erguidos y coronados por su eterno caparazón de nieve, siembra de lagos glaciares y cobijo de especies como el Oso Pardo –eso sí, que nadie que se acerque por allí espere ver uno puesto que nos temen… y mucho, así que huirán en cuanto nos huelan-.

Valle fronterizo, Benasque (nombre compartido con su capital y localidad principal), es lugar encerrado entre montañas tan altas que, se mire hacia donde se mire, uno se sentirá cercado entre montañas que se extienden hacia sus cuatro puntos cardinales… y, al mismo tiempo, en un lugar que es paraíso de montañeros y alpinistas.

Paseando por las calles de Benasque, Cerler, Anciles o Villanova, presuntuosa en su arquitectura religiosa (no dejar de ver el retablo renacentista de la iglesia de San Pedro –por no hablar de las muchas ermitas que envuelven el núcleo de Chía) el viajero sentirá como el paso de la Historia ha sabido, en nuestros días, congeniar con el turismo. También se mantiene casi intacta la gastronomía, tal y como comprobará con sólo probar, por ejemplo, unas Truchas del Alto Aragón rellenas de chorizo, huevo y piñones.

Y claro, una vez aquí, lo que no hay que dejar de visitar –bajo ningún concepto- es el Parque Natural Posets Maladeta, surcado de profundos valles glaciares y salteado por cientos de lagos del mismo origen. Así, por poner sólo un ejemplo de entre los muchos que podrían hallarse, el complejo glacial de Benasque está compuesto nada menos que por cinco glaciares (aún vivos, mal le pese al cambio climático): Tempestades, Aneto, Maladeta, Barrancs y Coronas. Todos ellos siguen acumulando nieve invierno tras invierno… algo ya casi inédito en toda la Península Ibérica.

Claro que si motivo suficiente para viajar es el conocer estos glaciares –antes de que desaparezcan en un futuro más o menos lejano-, caminar por los bosques que aquí crecen no es menor argumento, con grandes extensiones cubiertas de pino negro y silvestre y abetales.