Huesca

Al norte de Aragón, casi como entrada hacia los Pirineos, aguarda la localidad de Huesca, un municipio pequeño, recogido sobre su casco antiguo, que nos espera con sus monumentos y edificios, a la vez que con sus restaurantes y pastelerías.

Huesca es una ciudad para recorrerla a pie. De hecho, gran parte del Coso, su calle principal, es peatonal, lo que permite caminar por su centro sin preocupaciones. Una vez se traspase el Coso se entra en la parte más antigua de la ciudad en la que nos espera el primero de los indispensables de esta ciudad: San Pedro el Viejo. Este monasterio es el Panteón de los Reyes de Aragón, alojando restos de Ramiro II, el Monje y de Alfonso I, el Batallador. Igualmente presenta en su interior un claustro románico de gran belleza, en el cual el viajero inevitablemente perderá el tiempo observando sus capiteles y el conjunto en general. Siguiendo el camino de acceso se llegará a otra parte importante de Huesca: su Catedral.

La Catedral se localiza en una plaza muy interesante, en la que también se ubica el Ayuntamiento oscense. El templo llamará la atención por su portada, de estilo gótico aragonés, con un tejadillo de madera, típico de la zona. En el interior sorprende el Altar Mayor, una obra en alabastro de hermosa factura del maestro Damián Forment, que representa la Pasión de Cristo. Junto a la Catedral se puede visitar el Museo Diocesano de Huesca, situado en la zona de sus claustros. Muy cerca, recorriendo una calle estrecha con bares y terrazas se llega hasta el Museo Provincial de Huesca, un pequeño tesoro escondido que alberga obras desde la antigüedad hasta el siglo XX. Es en este lugar donde se localiza la Sala de la Campana, en la que transcurrió la leyenda de la “Campana de Huesca”, en la cual Ramiro II mandó decapitar a todos los nobles de Aragón para potenciar su reinado.

Lejos del casco, Huesca tiene más rincones que hay que visitar. Uno de ellos, en la Plaza Navarra, es el Casino. Se puede entrar y, aunque el reloj siga marcando la misma hora, habremos viajado en el tiempo hasta principios del siglo XX. Su belleza modernista se deja ver en sus salas y escaleras que a día de hoy están ocupadas por oscenses que juegan a las cartas o al ajedrez. Detrás está el Parque Miguel Servet, donde pasear para descubrir espacios como la Casita de Blancanieves, una estampa de cuento que atraerá la ilusión de los mini-viajeros. Tampoco hay que dejar de ver las exposiciones temporales que se organizan en la sede de la Diputación Provincial de Huesca, en el Espacio 0.42 (Planetario) y en el Palacio de Villahermosa. A ello hay que sumar el Museo Pedagógico que nos guiará por la historia de la educación en España de manera amena y didáctica.

Además, Huesca es una ciudad ideal para la celebración de Congresos. Para ello dispone de instalaciones preparadas con gran capacidad y con una amplia oferta hotelera con hoteles de grandes cadenas y hostales familiares. Asimismo, la oferta gastronómica es uno de sus puntos fuertes, con tres restaurantes con estrellas Michelín (uno de ellos sirve tapas), pastelerías finas y un alto número de restaurantes con menús del día de calidad que usan productos de la zona y de temporada.