Sidra de Asturias

Parece ser que fueron los romanos los que introdujeron la sidra (proveniente del vocablo griego sikera) por todos los puntos de su imperio. Claro que los romanos llamaban sicera a cualquier bebida alcohólica, por lo que fue en Asturias donde se produjo el mestizaje con el manzano. Y es que Asturias, como una de las naciones celtas, tiene al manzano como al árbol del amor y a la manzana como el fruto de la suerte. De ahí que la sidra sea bebida para festejar triunfos guerreros, celebraciones nupciales o fechas señaladas en el inconsciente colectivo popular.

En documentos medievales, fechados allá por el año 780, con ocasión de la fundación del monasterio de Oubona, ya está documentada la obligación de dar a los siervos sicere (o sea, sidra). Más tarde, en el siglo X, el Fuero de Avilés habla, directamente, de que determinados bienes muebles, se paguen en sidra. Luego, desde esta época, y hasta bien entrado el siglo XVII, la sidra continuó siendo la bebida asturiana por excelencia, aunque siempre compitió con el vino, importado del exterior.

Es en esa centuria, coincidiendo con la introducción de mejoras tecnológicas y sociales, además de con la llegada de los dineros de la emigración –principalmente de América- cuando el consumo de la sidra se generaliza, definitivamente, en Asturias. Jovellanos nos cuenta como, en esta época, las plantaciones de manzana para sidra crecen -dice de forma textual- prodigiosamente. En su informe sobre la ley agraria, escribe que las huertas de naranja de Asturias, y aún muchos prados y heredades, se convirtieron en pomaradas por el aumento del consumo y precios de la sidra. Y de ahí hasta hoy con la sidra llegando a los mismos lugares a los que llegan los asturianos. Esto es, a todo el mundo.