Cimadevilla, el viejo barrio pesquero de Gijón
Barrio gijonés enclavada en la ladera sur del Cerro de Santa Catalina (también llamado La Atalaya) es un lugar por el que, definitivamente, merece la pena perderse. Parte más antigua de la ciudad, el lugar en el que todo nació –no en vano, es aquí donde pueden verse los restos de las viejas termas romanas (el Gijón romano se llamó Civitas Gigia)-, antiguamente el lugar quedaba aislado con cada subida de marea, por lo que fue una importante posición hasta que, allá, por el siglo XIV, la muralla quedó arruinada a resultas de la guerra acontecida entre Enrique III, futuro primer Príncipe de Asturias y su tío Alfonso Enríquez, Conde de Noreña y Gijón.
El aire marinero y marino de Cimadevilla (o Cimavilla, en astur) comenzó a llegar al lugar a comienzos del siglo XVI, cuando se construyó un puerto comercial en lo que, hasta ese momento, había sido un simple fondeadero. A resultas de ello, el barrio se convirtió en lugar de residencia de marineros.
Hoy coronado el barrio por Elogio del Horizonte, una escultura firmada por Eduardo Chillida, Cimadevilla ha transmutado su viejo puerto de pescadores en amarre de yates deportivos, al tiempo que las viejas casas de pescadores, mariscadoras y cigarreras han sido reconvertidas en agradables residencias en un entorno en el que la vida fluye alrededor de locales comerciales y de ocio. La verdad es que merece la pena perderse por este dédalo de callejas que parecen querer escalar por el cerro sobre el que se asientan