Oviedo

La Regenta, Woody Allen… así hasta un centenar de personajes célebres y anónimos pueblan las calles de Oviedo, convertidos en estatuas de bronce. Con tal población no es de extrañar que la capital del Principado haya acabado siendo llamada La Ciudad de las Estatuas. Y la verdad es que son tantas –además de estar estratégicamente colocadas- que no es necesario buscarlas. Simplemente están ahí, por ejemplo, cuando el viajero visita la catedral. Allí mismo, en la plaza de Alfonso II el Casto, Ana Ozores, la protagonista de La Regenta, espera, pacientemente, a ser admirada, fotografiada.

Allí mismo, dicho queda, la catedral de San Salvador. De estilo gótico, y después de haber escuchado en su exterior el repique de la Wamba –una campana fundida en el año 1219, que pesa 833 kilos y que, en el arranque de su tañir, suena cercana al Asturias Patria Querida-, el viajero atraviesa el pórtico para girar una visita que no debe ser, en ningún caso, apresurada, dada la mucha belleza que guarda en su interior (además -y esto para los católicos- allí se custodia un tejido que llaman Santo Sudario y que, dicen, fue la tela que amortajó el cuerpo de Cristo tras su crucifixión).

De nuevo en la calle, el viajero se va dejando llevar por calles, rincones y edificios de postal: la iglesia de San Tirso; Canóniga; las tapas y delicias culinarias del restaurante la Corrada del Obispo; el Museo Arqueológico –el mosaico romano de Memorama y la Celda del Padre Feijoo bien que merecen una visita-; los carbayones que, desde 1914, venden en la confitería Casa Camilo de Blas… es probable que, en tanto, la hora de la comida ha llegado y sea hora de dejarse caer por la calle Jovellanos o Gascona, también llamada el Bulevar de la Sidra (por razones obvias).

Para la tarde, una sorpresa. Son pocos los que saben que en Oviedo, en el entorno de las plazas Juan XXIII y Porlier, queda un importante rastro de la vieja judería de la ciudad. No en vano, Oviedo pertenece a la Red de Juderías de España. Por la zona, además de encontrar varias decenas de locales en los que poder disfrutar de un café o de una copa, otra estatua espera visita, en este caso la del ex – papa Juan XXIII. No lejos de allí, después de haber dejado atrás los palacios de Conde Toreno, Valdecarzana y Marqués de Camposagrado, en la plaza de Alfonso II, un singular y coqueto edificio para terminar la ruta: la Capilla de la Balesquida. Lleva aquí desde el siglo XII y merece la pena.