Santander, ciudad de aristocracia y nobleza

Aunque, quizás, no tenga el abolengo real de la vecina San Sebastián, hubo un tiempo en el que, llegado el verano, la bahía de Santander se poblaba de barcos en los que la alta sociedad celebraba sus fiestas. Fue a finales del siglo XIX y comienzos del XX, cuando los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia pasaban sus vacaciones estivales en Santander… a donde llegaban con toda una cohorte de nobles, aristócratas y adinerados personajes. Así las cosas, un buen lugar por comenzar a pasear la ciudad podría ser un edificio que, legado de aquella época, representa muy bien lo que fueron aquellos tiempos: la Biblioteca Menéndez Pelayo. Casa museo dedicada a este erudito montañés, pasear por su interior traslada inmediatamente a aquellos días. De acceso gratuito, está en la calle Rubio, junto a otra visita imprescindible de la ciudad, como es el Museo de Bellas Artes. La pinacoteca custodia, entre otras obras de arte, cuadros de Goya y Zurbarán.

El ayuntamiento y la plaza Porticada no quedan lejos –allí, bajo el suelo de la Cripta del Cristo, unos restos arqueológicos demuestran que Santander también fue romana-. Desde allí, el paseo hasta la catedral es simplemente eso…un paseo. En la historia de la Seo uno encuentra un hecho curioso: el templo fue construido al borde del mar. Que hoy ya no esté el edificio en línea de litoral, no significa que la catedral haya sido movida de su sitio, sino que los rellenos de la bahía han puesto tierra de por medio con el mar, en forma de Paseo Pereda, unos deliciosos jardines junto a los cuales presta servicio el conocido cómo atracadero de las reginas, embarcaciones que prestan servicio marítimo regular durante todo el año a Somo y Pedreña (cada media hora). Ida y vuelta: 3,90 €).

A estas alturas, el paseo ya ha llegado a otro paseo, éste con el nombre de Castelar, y se aproxima al Palacio de Festivales de Cantabria, una institución con una sugerente y variada programación cultural durante todo el año (www.palaciofestivales.com). En los alrededores se hace obligado hacer un alto en el dique de Gamazo, joya de la arquitectura naval. Después, el Museo Marítimo del Cantábrico y… ¡las playas! La de los Peligros, el Promontorio, la de la Magdalena y la de los Bikinis, primer lugar de la ciudad donde las mujeres lucieron esta prenda. También es ésta la entrada natural a la península de la Magdalena, un paraje que el pueblo de Santander regaló a Alfonso XIII.

La sede de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo fue residencia de verano de los reyes y presenta un estilo ecléctico, británico y francés, como se aprecia en las escalinatas. Las caballerizas, en la parte baja, tienen dependencias de estilo georgiano. La Oficina de Turismo de Santander organiza visitas guiadas (de lunes a miércoles, a las 10, 11 y 12 h; Telf: 942 203 0 00). Otra posibilidad es recorrer la península en el tren Magdaleno (942 29 10 44. Precio: 2,05 €) o con un segway, que se puede alquilar junto al campo de polo (40 minutos, 15 €).

De comidas y tapas

Cuando se visita una ciudad, casi debería ser tarea de obligado cumplimiento en la agenda de cualquier viajero, que así se precie, acercarse al mercado central. En este caso, y volviendo a las cercanías del ayuntamiento -ya conocido al comienzo de la ruta- habrá que localizar el Mercado de la Esperanza. El mayor de Cantabria, e inaugurado, en estilo modernista, allá por el año 1904, ver en los puestos los bocartes, rabas, truchas o nécoras destinados a calderos y pucheros, sólo pueden tener una consecuencia: hacer la boca agua. ¿Un recorrido de tapas para saciarlo?