Ávila

La ciudad de Ávila, una vez traspasada la muralla, tiene un algo de haber quedado atrapada en el tiempo. Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en la fotografía cotidiana de la pequeña y coqueta capital abulense se cuela olor a pan recién hecho, religiosos con teja, monjas con toca, barrenderos barriendo las calles con escoba o niños jugando a juegos tradicionales en la calle.

Uno de los conjuntos medievales mejor conservados de Europa, según la revista París Match, la visita a Ávila comienza extramuros, en el templete llamado los Cuatro Postes y que marca el lugar hasta el que llegó Teresa de Cepeda (la que con el tiempo sería Santa Teresa) cuando salió de la ciudad con la intención de buscar martirio.

Después de abandonada esta atalaya –y convenientemente fotografiada la ciudad amurallada que allí enfrente queda- toca enfrentarse con la ciudad en la que el espíritu de la Santa aún rezuma por los cuatro costados. Para ello, el viajero decide atravesar el cinturón amurallado por la llamada Puerta del Adarve, uno de los tres accesos con los que cuenta la ciudad. Cuando se esté bajo la arcada que horada la muralla –tres metros de espesor y doce metros de altura (de media)- merece la pena permitirse dejar sentir el peso de la Historia, una Historia que a punto estuvo de desaparecer en la segunda mitad del siglo XIX, cuando las autoridades pensaron en echar mano de la piqueta para demoler lo que, según ellos, obstaculizaba el desarrollo de la ciudad. La falta de dinero por parte de la Hacienda Pública impidió la demolición. Pocos años después, el cinturón murado fue nombrado Monumento Histórico, se salvó y gracias a ello ha llegado a nuestros días.

Los pasos del viajero se pierden por la plaza Adolfo Suárez, la calle Cruz Vieja y es que es ese el camino para llegar a la plaza de la Catedral(la primera catedral gótica de España, comenzada a levantar en el siglo XII). Dentro, el retablo del altar mayor, obra de Pedro de Berruguete, se muestra excelso.

Una vez girada la obligada visita a la Seo abulense, la visita monumental a Ávila continua en post de los palacios de Valderrabanos (hermoso pórtico gótico en un edificio del siglo XV hoy reconvertido en hotel); de Los Velada (renacentista, también reconvertido en hotel y de hermoso patio visitable) y la antigua sede episcopal (original pórtico de piedra).

En un momento dado, el caminar vuelve a dar con el lienzo de la muralla –evidentemente, por su cara interior-. Aquí, en lo que fue antigua Casa de las Carnicerías (siglo XVI), se ha habilitado la oficina de las murallas, desde donde se da acceso al adarve de estas. Evidentemente, merece la pena subir y dejarse llevar por la hermosa vista.

¿Ya se ha tomado uno su tiempo para fotografiar todo lo fotografiable? Pues entonces, toca seguir el paseo urbano por Ávila. La iglesia románica (en transición al gótico) más bonita de Ávila, la basílica de San Salvador queda cerca –en realidad, aquí nada queda lejos-. El templo es tan esbelto como hermoso. No es el único del vecindario, a dos pasos, la Ermita del Humilladero (siglo XVI) custodia el Cristo de los Ajusticiados, uno de los pasos claves de la Semana Santa de Ávila.

Entre iglesias, palacios y casonas de rancio abolengo histórico, el viajero llega al corazón de la ciudad, la plaza del Mercado Chico, una típica (y hermosa) plaza castellana enmarcada entre soportales. Es ahora cuando comienza la visita de las compras (pocos son los que salen de aquí sin una cajita –o varias- de yemas de Santa Teresa) y del yantar una cocina tan apetecible como sencilla y contundente: judías de El Barco de Ávila, patatas revolconas, ternera de raza avileña... ¿Quién da más?