Una ciudad de cine

Si, lo es… aunque sólo fuera porque aquí rodó Juan Antonio Bardem su película Calle Mayor, en la rua homónima palentina. Discreta hasta tener algunos de sus principales referentes urbanos escritos en diminutivo - Puentecillas, Jardinillos, Sotillo…- y lo suficientemente abarcable cómo para ser recorrida en unas horas, Palencia es un caramelo de ciudad para aquel que guste del paseo urbano sin prisas, sin agobios, sin miedo a perderse.

Con un catálogo monumental y artístico de lo más sugerente en el que iglesias y conventos, construidos en toda época y estilo arquitectónico, se mezclan con los edificios modernistas que, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, ordenó levantar la burguesía local, lo suyo es comenzar el paseo por la ya mencionada Calle Mayor –la de verdad, no la de la peli-. Columna vertebral de la ciudad, es ésta calle en la que, parecerá, dado el número de veces que, inevitablemente, los pasos del caminante desembocarán en ella, a la que parecerán llegar todos los caminos palentinos. Lo mismo que para comer una tapa –o sentarse en una mesa en plan cuchara y tenedor- que para comprar un recuerdo… o simplemente para sentir el pálpito de la ciudad, que late aquí más fuerte que en ninguna otra parte de Palencia. Da lo mismo para lo que se llegue hasta esta calle. Lo que siempre se encontrará en ella será una estampa genuinamente de provincias, con señoras vestidas con traje de sastre, hombres siempre con corbata, ancianos siempre ataviados de domingo, abuelas de pelo cardado y niños y niñas que patinan o montan en bici. Todo muy típico, todo muy real en un calle que es bulliciosa de día y melancólica de noche

Una vez pateada la calle, sentida allí la vida, queda el resto de la ciudad por conocer. Para ello el ayuntamiento de la ciudad ha diseñado tres rutas que resultarán de lo más útil para quien quiera conocer Palencia, que en realidad son cinco, si se cuenta una por las afueras (Monte El Viejo) y otra nocturna, llamada La Ruta de la Luz, y de la que se puede solicitar información llamando al servicio municipal de turismo (Telf: 979 71 81 97). Hay donde elegir, así que al viajero tan sólo le queda la misión de quererse dejar sorprender por la catedral, a la que, por algo llaman La Bella Desconocida; el Museo Diocesano, en el antiguo Palacio Episcopal y donde se conservan trabajos firmados por Berruguete, Juan de Flandes y Vigarny, entre otros; el Museo de Palencia, obligada parada por ser el lugar en el que se conserva el mosaico romano de Océanos; la iglesia de San Francisco, una joyita gótica ubicada junto al Ayuntamiento; o el monasterio de San Pablo, donde tenía su sede, desde, al menos, el siglo XII, la institución llamada Estudios Generales y que dieron origen al concepto de Universidad.

Dicho queda que al burgués local de finales del siglo XIX gustaba, y mucho, del estilo modernista en la construcción. Al final, fue tal la cantidad de encargos realizados desde Palencia, que el modernismo vino a Palencia, desde Barcelona, de la mano del arquitecto Jerónimo Arroyo, quien, nacido en Palencia y formado en Barcelona, acabó por abrir estudio…¡como no!: en la Calle Mayor. De su ingenio y buen hacer nacieron edificios como el Colegio Villandrando, la Casa de Flora Germán, el Palacio de la Diputación, el Psiquiátrico Provincial o el Instituto Jorge Manrique, en cuya planta superior hay un museo sobre el arquitecto. De otro arquitecto palentino, Jacobo Romero, son Correos, la Residencia de Jesuitas, la Federación Católica Agraria y la reforma del Ayuntamiento neoclásico y el Casino. ¿Dará tiempo en un día a verlo todo?