Una ciudad en torno a un acueducto

Esto es, ni más ni más ni menos, Segovia y su acueducto romano, según extendida opinión entre los expertos, el mejor, en su género, de cuantos se conservan en el mundo. Armónico, grandioso e integrado en el entorno, no se conoce con precisión el nombre del Emperador romano bajo cuyo mandato fue construido el Acueducto de Segovia (se ha hablado de Trajano, Claudio, Nerva y Domiciano), aunque si se sabe que data de finales del siglo I o II d.C.

Construido para acercar a Secovia (la Segovia romana), el agua del río Frío, situado a 18 kilómetros de allí, parte de la conducción corre a cielo abierto y parte está enterrada, como ingeniosa combinación para salvar desniveles e intentar que el agua llegara lo más limpia posible a la boca de los secovianos.

La verdad es que cuando uno llega a la ciudad –antes o después de zamparse el inevitable asado- se hace difícil evitar, además de sacarse (o sacar) una fotografía delante de esta hermosa construcción, levantar la cabeza hacia arriba y no preguntarse… ¿cómo demonios se habrá mantenido en pie, durante veinte siglos, sin necesitar una sola gota de cemento y similar? Así es. Aunque, modernamente, si que se ha inyectado cemento entre las piedras (más que nada para evitar que, con nuestros coches y contaminaciones, nos carguemos lo que ha estado ahí tanto tiempo), la parte más célebre del acueducto segoviano son sillares de granito -piedra berroqueña- labrados toscamente y colocados en seco -esto es a hueso o piedra sobre piedra- en un número aproximado de veinticinco mil piezas. Inteligente ingeniería que, hoy en día, es Patrimonio de la Humanidad.

DATOS PRÁCTICOS

http://es.wikipedia.org/wiki/Acueducto_de_Segovia