Valladolid

Lo mejor que puede hacer, si es la primera vez que se pone los pies en Valladolid, es dirigirse al centro de la ciudad, meterse en un bar o cafetería (en todo caso, en un local en el que se perciba clientela local, no turista), pedir un montadito y un vino de la Ribera y observar el entorno, respirar a la población. Sólo entonces se conseguirá descubrir el alma, la belleza de esta ciudad más allá de sus bellos edificios renacentistas y barrocos que en ella se alzan. Si no se hace esto, la mitad del encanto local se esfumará, quedará ignoto por el viajero.

A sólo 650 metros sobre el nivel del mar, lo que la convierte en la capital castellano-leonesa menos propensa a las nevadas, Valladolid es una ciudad de frío seco en el invierno y muy agradable el resto del año. En todo caso, y en cualquier época del año, no estaría de más empezar la visita a la ciudad por el llamado Campo Grande, el pulmón de la ciudad y el lugar al que los vallisoletanos van a leer el periódico, caminar, correr, pasear con los niños, compartir besos adolescentes. Desde aquí, la plaza de Zorrilla queda cerca. Si el visitado parque era el pulmón, esta plaza es el corazón, el lugar por el que pasa toda la vida de la ciudad… aunque, en realidad, Valladolid tiene dos corazones. El otro es la Plaza Mayor, que queda justo en la otra punta de la calle de Santiago, la arteria comercial de la ciudad y que comienza justo en la Plaza de Zorrilla. Por cierto, al autor del Don Juan le hacen todo tipo de dedicatorias en esta ciudad. Zorrilla se llama esta plaza, un paseo, el estadio de futbol…

Ay, la Plaza Mayor de Valladolid, cuanta vida, mentideros y acontecimientos suceden y se suceden en este lugar. Entorno a la estatua del conde Ansúrez, fundador de la ciudad, se montan tertulias, se instalan terrazas, se desarrollan conciertos y celebraciones varias… tras las cuales el personal se desparrama por la zona de copas y tapas que queda justo detrás.

¿Ya se han cargado las pilas? Pues entonces, toca seguir camino. Al viajero le espera el Museo Nacional de Escultura, con obras –entre otros prodigiosos autores- de Alonso Berruguete y Juan de Juni, las dos figuras más representativas de la Escuela de Valladolid, maestros de los retablos barrocos y los pasos de la famosa Semana Santa local.

Valladolid es ciudad de pasión religioso. Para comprobarlo, no hay más que asistir al fervor con el que aquí se vive la Semana Santa o ver la cantidad de gente que, cada domingo, sale de las iglesias locales… iglesias como la muy pintoresca de la plaza de la Antigua, una curiosa mezcla de gótico y románico, o la inevitable Catedral, curiosamente aquí rodeada de bares…entre ellos, el muy recomendable y antiguo Cafetín.