La ermita de San Sebastian

En la isla balnearia de La Toja (O Grove; Pontevedra) hay una ermita que, levantada en el siglo XII, tiene una sorprendente peculiaridad: sus fachadas están totalmente alicatadas con conchas de vieiras (las mismas que tan características son en el pecho de los peregrinos jacobeos). Otra peculiaridad es que muchos de los que se acercan por allí –mayormente turistas- gustan de dejar su nombre y la fecha de su visita escritos en las conchas.

Singular iglesia ésta, dedicada a San Caralampio y a la Virgen del Carmen, habrá que ir en domingo –en horario de misa- para encontrar las puertas abiertas –eso sí, en verano abre más días-. Rodeada de un delicioso parque en el que, sobre todo en verano, podrá encontrar el viajero socorrida sombra, la ermita de San Sebastián está asociada a una vieja leyenda. ¿te apetece leerla?

Antiguamente (esto no es leyenda, es verdad) la isla de La Toja era el lugar al que se acercaban los paisanos de la zona para recoger leña. Uno de estos paisanos (aquí comienza la parte legendaria del relato) era un agricultor que venía hasta aquí con su burrito para recoger madera. Sin embargo, e aquí, que el burrito se puso enfermo… tan enfermo que su propietario pensó que se moría. Al no quererlo ver sufrir, decidió dejarlo en la isla para que muriera allí… cosa que hizo. Sin embargo cuál sería su sorpresa cuando, al regresar a la Toja, pasados algunos días, el agricultor halló a su burrito totalmente recuperado. Ese milagro significó el descubrimiento del valor terapéutico de las hoy muy reputadas aguas de La Toja.