Borgoña

Comarca con nombre de vino (o vino con nombre de comarca), la Borgoña es una comarca francesa que bien que podría decirse que, ubicada en el centro de Francia, queda a medio camino entre el placer que proporcionan sus vinos…y la espiritualidad que se les supone a los religiosos de la abadía de Cluny… por otra parte, principales responsables de que el cultivo de la vid llegará a las españolas tierras de Rioja y Duero (pero eso es otra historia).

Soldados y mercaderes romanos, guerreros galos, monjes, peregrinos…y así hasta llegar a los turistas y conductores de hoy, esta tierra ha visto pasar a todo tipo de personas, ha vivido todo tipo de situaciones, desde guerras a tratos comerciales. De todo ello ha quedado un poso que se percibe, por ejemplo, nada más entrar e algún hermoso y tranquilo pueblo borgoñés cuajado de flores en el que se cocina pot au feu (cocido), o cocido de las tres aves -pato, pichón y capón- perfumado con aceite de trufas. O mismo cuando se camina hacia Cluny.

En este viaje hacia el alimento más espiritual, habrá que atravesar, primero que nada, la región de Charolais, con sus praderas onduladas sobre las que enseñorean (y pacen) bueyes de blanco pelambre… bajo el cual cría carne roja que, tras su paso por la parrilla, será de delicioso paladar.

Aquí y allá, a ambos lados de la carretera, pueblitos levantados en gris piedra, techados en ocre teja y abrazados por verde parra que tornará roja con la llegada del otoño. Aquí todo es sólido, de apariencia imperecedera, por lo que no es extraño que benedictinos y cistercienses asentaran aquí los reales de su poder.

Los paisanos, huidizos de la cámara, calan boina negra y fuman cigarrillos gaitanes, pero saben la historia de la que tierra que habitan, una tierra en la que el espíritu del medievo aún habita en las piedras más viejas de sus iglesias, palacios y abadías… abadías que llegaron a tener hasta dos mil sucursales que se extendían de una a otra punta de Europa. Así fue hasta que la Revolución francesa acabó con su reinado. De aquel pasado, hoy quedan importantes restos que el viajero va encontrando en su viaje por Berzé, Sercy, Couches y Rully.

El castillo de Cormatin es ejemplo perfecto de palacio nobiliario del XVII… con uno de los interiores más bellos de todo el país. Hace unos años era una ruina. Hoy, gracias al esforzado trabajo de sus rehabilitadotes y propietarios, ha recobrado la vida activa –además de visitarse, es regular marco de conciertos y exposiciones- y el maravilloso esplendor de sus decoraciones polícromas, las únicas estilo Luis XIII que quedan en Francia.

Camino a Compostela

Uno de los ramales del Camino de Santiago Francés salía de aquí, concretamente de la basílica de Vézelay, construida sobre la que llaman colina prodigiosa. Sorprendentemente luminosa para ser un edificio románico, periodo que suele asociarse a templos de interiores oscuros, a este templo hay que llegarse a la hora del crepúsculo cuando, en una ceremonia poco conocida, monjes y monjas asisten su misa cantada a la luz de las velas.

Así, con buen ánimo de espíritu, Auxerre espera entre viñedos, bodegas, castillos, las viejas casas de su barrio antiguo… y los deliciosos frescos carolingios de la iglesia de Saint Germain. Algo más allá, Dijon, capital de la Borgoña y la que, según dicen, es una de las ciudades más acogedoras de toda Francia, con su colorista y populoso barrio antiguo (será difícil adivinar cuando está vestido de fiesta y cuando no); su aroma a flor fresca, y recién cortada, y croasan recién hecho; sus casas de entramado de madera… y la cantarina fuente de la entrada de la ciudad, por cuyos caños fluye vino cuando llega la Fiesta de la Vendimia, allá por el mes de septiembre.