Torcal de Antequera, magia tallada en roca caliza
Talladas por la erosión de agua y viento, en trabajo de millones de años, el Torcal de Antequera, situado ocho kilómetros al sur de la localidad malagueña homónima, es un ejemplo excepcional de paisaje kárstico en toda Europa. Y es que nada menos que entre 150 y 250 millones de años lleva aquí este paraje. Antes de aquello, el lugar formaba parte de un pasillo marítimo que comunicaba el océano Atlántico, a la altura del actual golfo de Cádiz, y el Mediterráneo, más o menos en la ubicación del moderno Alicante. Los tiempos de los que aquí se hablan forman parte del Jurásico. Luego ya, en la era Terciaria, los plegamientos alpinos hicieron emerger los fondos marinos de este pasillo marino desde una profundidad de unos…¡mil metros!. Según se cree, el suelo salido de las aguas conservó su homogeneidad durante bastante tiempo, hasta que la erosión fue fracturando el terreno que, al hundirse, fue dibujando los callejones y corredores que hoy allí se contemplan, y que sirve de hogar a especies tan variadas cómo conejos, tejones, zorros, gatos monteses… y hasta algunos ejemplares de cabra hispánica. Además, y sobrevolando el territorio, buitres leonados, halcones, águilas reales, gavilanes y búhos reales –entre otras aves- completan el paisaje faunístico del lugar. Al pasear entre estas inmensas piedras, uno se encuentra en un laberinto rocoso que tiene una magia particular, dando la sensación de estar en una extraña ciudad de piedra. Con un gran poder para activar la imaginación del viajero, muestra diferentes y sugerentes conjuntos de rocas como El Tornillo, una de las más reconocidas por ser símbolo del paraje, de igual manera que podrían serlo el Sombrerillo, el Cáliz, el Ataúd, la Esfinge, el Camello, los Prismáticos, el Dado… y todas las que van descubriendo los visitantes en su paseo. Parque natural, Espacio Natural Protegido Andaluz, Zona Especial Protección de Aves… no son pocas las denominaciones y protecciones que hablan de este paraje como un lugar de impresionante riqueza floral y faunística. De aspecto laberíntico, se han trazado rutas senderistas la mar de interesantes. Por ejemplo, hay una circular muy bien diseñada y que lleva por algunos de los rincones más apartados del parque, allá donde las cabras montesas campan a sus anchas. Otras dos rutas comparten final y principio, por lo que se pueden enlazar en una sola que, sin ninguna dificultad, permite atravesar estos pequeños canales y, desde el parking, abrazar, en días claros, soberbias vistas de Málaga y el mar. Y para los más vagos, una consolación: algunas de las formas más típicas (los platillos) están casi a la entrada del parque y se pueden ver desde el coche.
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