Alto Tajo
Más de veinte municipios de las provincias de Guadalajara y Cuenca. Éste es el territorio por el que se extiende el parque natural del Alto Tajo. Así, asentado sobre tan inmensa porción de tierra, de tan variada litología cómo para acoger calizas, areniscas, conglomerados, pizarras y cuarcitas, no es de extrañar que, en el territorio de este parque natural, se hallen representados la gran mayoría de los ecosistemas de la Cordillera Ibérica… Esto rápidamente lo comprobará el viajero que transite por este territorio erizado y horadado de cañones, terrazas, lagunas, saladares, turberas, agujas, monolitos, cañones y hoces (en este último caso, en pocos rincones de Europa las encontrará concentradas en mayor número). Vamos, que uno no se aburre de localizar variados y nuevos paisajes por estas tierras… como tampoco de descubrir cuán variado es el catálogo botánico de un territorio en el que tienen presencia un 20% de las especies de flores, árboles y arbustos que crecen en la Península Ibérica… siendo especialmente relevantes pinares y masas de sabina albar. Por supuesto, y como ya es fácil suponer ante tal confluencia de ecosistemas, la variedad faunística del territorio es sencillamente impresionante. Es imprescindible traerse de casa los prismáticos para tener opción de divisar alguno de sus habitantes. Y es que, poniendo tan sólo unos ejemplos, en los farallones de roca excavados por el río Tajo, en millones de años de continuo fluir de sus aguas, viven nada menos que dieciocho parejas de águilas reales, cuatro de perdiceras, halcón peregrino, alimoche…¡y cuatrocientas parejas de buitre leonado!... Además hay otros pájaros y pajarillos que moran en las copas de los millones de árboles que aquí crecen. De nuevo se empieza a enumerar y la lista parece hacerse ilimitada: azores, gavilanes, ratoneros, pájaros carpinteros, arrendajos, herrerillos comunes y capuchinos, pinzones, verderones… Sus piares y graznidos son parte de la banda sonora del lugar. Un lugar también habitado por las manadas de ciervos, corzos y jabalís que, a la caída del sol, acuden a ríos y pastizales a saciar apetito y sed. El Tajo, protagonista No hay más que asomarse a un mapa para comprobarlo: el río Tajo es la columna vertebral del parque. Nacido en la vecina provincia de Teruel, en Fuente García (plena sierra de Albarracín), gran parte del curso alto del río discurre dentro de los límites del parque, siendo sus aguas el verdadero ingeniero y arquitecto de los parajes que surcan. Tanto las suyas como las de sus afluentes que, también dentro de los límites de este espacio protegido, desaguan sus corrientes en este gran río. Claro que el Tajo no sólo ha modelado la orografía natural del territorio sino que también ha influenciado, y mucho, la arquitectura humana del territorio. Como, por ejemplo, obligando al hombre a construir grandes puentes capaces de salvar los profundos cortados tallados por sus aguas. Un buen ejemplo de ello es el de San Pedro, en Zaorejas, donde está el museo de gancheros –antaño por el río bajaron también las balsas de maderas a las que alude el oficio- y el Centro de Interpretación, o el del Martinete, en Peralejos de las Truchas. Aguas abajo, desde Zaorejas, el curso del río muestra una de sus estampas más espectaculares: el Hundido de Armallones. Paraje en el que, como su nombre indica, los márgenes del cauce se muestran hundidos –es el resultado de un terremoto acaecido en el siglo XVI-. Aquí el río ha abierto desfiladeros de hasta 200 metros de profundidad. Desde Ocentejo, el pueblo en el que se encuentra el Hundido, se puede comenzar una deliciosa ruta cuya primera parada se encontraría situada en la localidad de Riba de Saelices, en cuyas proximidades –en concreto en el paraje conocido como Valle de los Milagros- es posible localizar monolitos prehistóricos. De nuevo las orillas del Tajo dirigen el viaje en Huertahernando. En las proximidades de este pueblo se encuentra Buenafuente del Sistal, un curioso poblado de aspecto medieval, y el puente de Tagüenza, por donde discurre uno de los paseos más bellos y espectaculares de la zona. La carretera continúa uniendo Villa de Cobeta y, tras pasar el puente de San Pedro, Zaorejas y Peñalén hasta Poveda de la Sierra. Es éste último otro de los pequeños pueblos que aún conserva interesantes vestigios de su historia, como su iglesia románica, con una bella portada de capiteles decorados con motivos vegetales y animales imaginarios. Un perfecto final para un recorrido de fantasía.
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