Parque Natural de Las Bárdenas Reales

Entre los valles del Ebro y del Aragón, a medio camino entre la Sierra del Yugo y las comarca aragonesa de las Cinco Villas. Allá, en un rincón del sudeste de Navarra existe un bello paraje que, curiosamente, ha preservado su belleza gracias a su uso como polígono de tiro de la aviación militar española. O sea que, enfocando los prismáticos hacia las nubes no sólo se podrá captar el vuelo de un milano real o de un buitre… sino también el de un F-18 (evidentemente, cuando el Ejército del Aire desarrolla prácticas en la zona, el paso a civiles se cierra… y se avisa, mediante la colocación de controles militares y señalización en el territorio).

Para hacerse una idea de las trazas del Parque Natural de Las Bárdenas Reales, hay que decir que ha servido de escenario natural en películas como "El mundo puede esperar", "Airbag" o "Acción Mutante". Quien haya visto cualquiera de los tres trabajos, ya tendrá en la cabeza una orografía de arcilla y arenisca de formas sorprendentes. Lo visto en las pelis –o lo que espera en la visita- es resultado de una pluviometría escasa, pero torrencial, y del azote de un viento, el Cierzo, que no encuentra obstáculo en su azote sobre la superficie. La suma de tormentas y vendavales ha tallado una estampa más propia de aquellas que, a través de las fotografías de los telescopios espaciales, reconoceríamos más propia de otros planetas…cuando no, de la misma Luna.

Puede parecer curioso, pero el uso militar y la protección natural de la comarca ha traído dos beneficiados: el Ejercito del Aire y los valores medioambientales del territorio.. un territorio de páramos, barrancos y lomas resecas y erosionadas, que ofrece algunos de los mejores amaneceres y atardeceres de toda la Península Ibérica.

Saliendo de Argüedas, simpático villorrio de ambiente bucólico y pastoril, y el núcleo humano más cercano al parque (por lo demás, se está a 16 kilómetros de Tudela y a 77 de Pamplona), el viajero lo que en Las Bárdenas encuentra es un territorio de barrancos laberínticos, extensas llanuras y unos espectaculares promontorios llamados cabezos… resaltando entre ellos, el llamado Cabezo de Castildetierra –el nombre requiere de poca explicación-, el monumento natural más representativo de la Bárdena Blanca, uno de los tres territorios en los que se divide el parque junto con la Bardena Negra, la parte más meridional, más arcillosa y con masas de pino; y Plano de Bardenas, la gran meseta que se extiende por el norte del territorio.

Algunos consejos

Antes de sumergirse en la zona, sería importante tener en cuenta algunos consejos. En primer lugar, sobretodo si la visita coincide con los meses de junio a septiembre, con el calor, en extremo, sofocante, sería conveniente (casi, obligatorio) reservar las primeras o últimas horas del día para la actividad. Con ello se conseguiría, tanto evitar el calor cómo conseguir fotografías de deliciosa luz (tal y cómo queda dicho más arriba -la luz oblicua resaltará mejor las formas y volúmenes de este far west navarrés)-.

Otra cuestión a tener en cuenta es, si se decide entrar en el parque en bicicleta y comienza a llover, será preferible abandonar la actividad de inmediato. El suelo es, mayoritariamente, de arcilla. Eso significa que las ruedas de la bici no tardarán en quedarse clavadas en el camino.

Y, para terminar, una curiosidad histórica. Este territorio perteneció a la corona de Navarra, que cedía su uso, como pastos de invierno, a los pastores de ovejas de los valles pirenaicos de Salazar y Roncal. Esta práctica sigue renovándose cada año, el 18 de septiembre, con la celebración de un llamado la Sanmiguelada. Ese día, miles de ovejas llegan a las Bárdenas procedentes de los valles y montañas pirenaicas. El evento se celebra con degustaciones de migas, txistorra y vino amenizadas por bandas musicales.