Parque natural del Moncayo

Moncayo, un nombre de monte y de parque natural El Moncayo, allá por las comarcas de Tarazona, Campo de Borja, Aranda y –compartiendo nombre- Moncayo; allá en el extremo noroccidental de la provincia de Zaragoza. Éste paraje, protegido como paraje natural y que da nombre, también, a una virgen de la zona (la que la población venera en el pueblo de Santa Cruz de la Virgen del Moncayo) hace las veces de frontera entre La Meseta de Castilla y el valle del Ebro. Extendido alrededor del Pico Moncayo –o de San Miguel, que así es también llamado- este rincón de peculiar riqueza biológica es, en sí mismo, un extenso catálogo de diversidad. Elevada la cota de la montaña hasta los 2.315 metros, la mole hace de muro frente al paso de nubes y vientos… circunstancia ésta que posibilita que, mientras en la cara norte de la montaña se den especies animales y vegetales más propias de ambientes húmedos, en la ladera sur crezca y habite un mundo mediterráneo. Esto último debería ser tenido en cuenta… sobre todo si la visita se hace en meses de verano. Y es que el calor en la cara sur, sobretodo en las horas centrales del día, puede llegar a ser muy, pero que muy intenso. Caminando por sus trochas, sendas y caminos –se han trazado diez senderos balizados en el parque- el viajero descubre en el paisaje, aparte de un catálogo floral, arbóreo y arbustivo que va cambiando, a medida que se desciende o asciende de altura, una fotografía de espectaculares paisajes; panorámicas en las que se va pasando de las ariscas cumbres a los circos glaciares, pasando por imponentes muelas calizas, profundos barrancos y valles. Carrascales, rebollos, enebros, sabinas, robles, todas las especies de pinos que se pueden encontrar en la Península Ibérica reunidas en las 11.144 hectáreas del parque, uno de los hayedos más meridionales de toda Europa…La variedad vegetal del parque es mucho… como muchas son las especies animales que en estas estribaciones tienen su hogar. Desde aves –el buitre leonado es especialmente frecuente, sin olvidar alondras, cernícalos comunes, culebrera europea o águila reales- a mamíferos –jabalíes y zorros son los más significativos, sin olvidar garduñas, ginetas o gatos monteses-, pasando por pequeños anfibios –después de la lluvia el croar de ranas y sapos se hace continuo y persistente- Moncayo es riqueza natural… y riqueza humana, con poblaciones que, desde antaño, han mantenido una presencia sostenible, una presencia basada en la explotación inteligente y conservacionista de los recursos naturales –aunque, en aquel momento, nuestros antepasados actuaran tan sólo movidos por la intuición, por la necesidad de conservar los que, en días de pobreza, eran sus medios de subsistencia-. Para visitar el parque, lo suyo sería acercarse a él con información suficiente. En las librerías especialidad se puede encontrar abundante bibliografía; en la web, páginas y páginas que retratan el paraje… y en los pueblos del entorno –Tarazona, Calcena y Agromonte- centros de interpretación profusamente equipados de todo tipo de medios tecnológicos, dispuestos de abundantes recursos informativos –guías, mapas y folletos- y organizados para ofrecer desde propuestas de actividades de naturaleza a paseos interpretativos por el parque. ¿Cuándo ir? Bueno, la verdad es que esta pregunta tiene tantas respuestas cómo estaciones tiene el año…y trajes visten la estampa del Moncayo. Y es que, acercarse a este parque natural, es asistir a la sucesión de las estaciones con una primavera salpicada de flores, un verano cuya frondosidad en los bosques desborda. O estremecerse con los colores del hayedo o el robledal en el otoño, mientras se recolectan los variados hongos que estos bosques proporcionan. El invierno, por otro lado, es nieve en su cima, frío, y bosques sin sus hojas estivales que dan esa sensación fantasmagórica… sobre todo cuando la niebla tiñe la estampa. Luego, cuando se acaba el conocer de la naturaleza de la comarca, resta visitar los dieciséis municipios que componen el llamado Somontano del Moncayo, región ésta de castillos y murallas, monasterios y palacios, brujas y hechizos… región está que fuera cantada por Bécquer y viera nacer la sonrisa de Paco Martínez Soria…a la sazón, natural de Tarazona. Por cierto, desde la misma Tarazona, el viajero puede comenzar a caminar –o a pedalear- por la Vía verde del Tarazonica, el antiguo trazado de ferrocarril que unía Tarazona con Tudela. Lo que fue vía, se ha convertido en un paseo para recorrerlo a pie, a caballo o en bicicleta. Atraviesa Tarazona, Vierlas, Malón y Novallas y muestra estupendas vistas del Moncayo y de la vega del río Queiles. Muy recomendable para pasar un día de campo. ¿Apetece?