Parque Natural Monasterio de Piedra
A las afueras, a unos tres kilómetros, de la localidad de Nuévalos (Zaragoza), en las coordenadas 41°11′35.81″N 1°46′57.34″O, se encuentra el Monasterio de Piedra, el punto en el que se elaboró, por primera vez en Europa, chocolate con el cacao llegado de América. Rodeado por un soberbio paraje vegetal, crecido entorno al río Piedra, el lugar en el que se produjo tan magno acontecimiento gastronómico es un monasterio que, allá por el siglo XIII, un pequeño grupo de monjes provenientes del Monasterio de Poblet, comenzaron a construir en el entorno de lo que había sido el antiguo castillo de Piedra Vieja. El cenobio, con elementos arquitectónicos que van desde el gótico primitivo al barroco del XVIII, es un recinto amurallado en cuyo interior se alzaba una iglesia –destruida a comienzos del siglo XIX- y se alza un sobrio y elegante claustro de arcos apuntados y capiteles labrados que imitan el estilo bizantino. Así mismo, destaca una soberbia escalera que se despliega en dos anchos ramales sostenida toda por arcos y cobijada por una hermosa bóveda y, sobretodo, una esbelta torre mudéjar y una hermosa sala capitular. Claro que, si de mérito, de mucho mérito, es la obra arquitectónica, mucho más lo es la exuberante riqueza natural que rodea al cenobio. Y es que, aprovechando la riqueza fluvial aportada por el río Piedra a su paso por allí, se diseñó, entorno al año 1840, todo un paraíso dedicado al agua, creando grutas naturales y plantando allí una prolija variedad de especies vegetales. Sin duda alguna que el aficionado a la fotografía, y también aquel que simplemente goza de fundirse con el entorno en sus paseos por la naturaleza, van a disfrutar con la visita a un paraje de gran belleza paisajística como éste… especialmente cuando descubra las muchas cascadas de agua que se dividen en innumerables hilos de agua o chorreras como la espectacular cascada de la Cola del Caballo, con más de cincuenta metros de caída. Hoy parque natural, son muchos los que coinciden en señalar que escenas como el sol de poniente visto a través de la catarata de la Cola de Caballo, desde la cueva horadada tras el chorro, son fenómenos visuales difíciles de encontrar en cualquier otro sitio que no sea éste, en un paraje, situado en mitad de la provincia de Zaragoza, en el que hasta el cruel sol del verano se siente derrotado por la refrescante sombra prestada por los fabulosos árboles que aquí crecen. Un paseo de dos horas y media será todo lo que, de parte del viajero, habrá de poner para descubrirlo.
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