Parque Natural Puertos de Beceite

Fue hace 65 millones de años cuando los levantamientos del Cretácico y Jurásico moldearon, tal y como se muestra hoy, la fotografía del parque natural de los Puertos de Beceite. Ubicada justo en el punto en el que se encuentran las provincias de Teruel, Castellón y Tarragona –o lo que es lo mismo, no lejos, por ejemplo, de la población de Tortosa (Tarragona)-, quien viaje hasta la comarca de los Puertos de Beceite lo que encontrará será una sucesión de sierras, barrancos, muelas, lomas, gargantas… en definitiva una orografía complicada creada a partir de la quebradiza estructura del suelo. La suma de todo ello es lo que convierte a los Ports, tal y cómo dicen los nativos de la zona en catalán, en una de las zonas más singulares de toda la Península Ibérica. Con una abundancia de precipitaciones a lo largo de todo el año favorecida por la cercana influencia marina –la humedad media anual es del 65% a lo largo de todo el año- no es de extrañar que el paseo por estos montes, sea por aquí, sea por allá, siempre está salpicado de manantiales, fuentes, surgencias intermitentes… No hay más que darse una vuelta por la zona para darse cuenta de que el suelo sobre el que se pisa es esencialmente poroso, que el agua encuentra en él mil caminos por el que fluir. Y así, con las inmensas cantidades de agua que la montaña guarda en su seno, no parece extraño que el río Matarraña, que allí nace, en el lugar que Font del Teix, juegue al ratón y al gato con quien intenta seguir su cauce, jugando a ser arroyuelo… hasta que se hace río de verdad en el espectacular cortado de Estrets del Parrisal. Con escasos 92 kilómetros de recorrido, de fluir impetuoso en buena parte de ellos, el río Matarraña, hasta que acaba desaguando en el Ebro a la altura de Fayón (Zaragoza), es cauce para aguas de buena calidad, lo que permite vivan en él especies que, rara vez, se encuentran en otros ríos de la Península Ibérica, como son truchas, nutrias y hasta cangrejos de río autóctono… tan acosados éstos por su primo norteamericano. ¿Alguien se anima a hacer un recorrido por su parte alta, aquella que fluye por su cabecera? Si la respuesta es positiva, deberá buscarse el sendero que sale desde el área de recreo del Parrizal, no lejos de Beceite. Durante el camino, el senderista encontrará una combinación de trochas, puentes de madera y pozas que habrá de cruzar, con su mejor ánimo… mojándose los pies. Pocas palabras definirán mejor el paisaje que allí espera que espectacular. Y es que la ruta lleva, en una parte importante de su recorrido, por entre empinadas paredes calizas, esculpidas por la erosión: son las Gubias del Parrizal, auténticos gendarmes naturales que marcan lo agreste del paraje. Y por si fuera poco, el final de la ruta termina con una gran cascada, que indica un letrero el Paso del Romaret. Se han caminado seis kilómetros por los que ahí que regresar. A partir de ahí, y sólo para los más audaces y preparados la ruta sigue el cauce del río y el sendero sube por bloques de piedra entre el paso del Estrets del Parrisal.