Glasgow, la ciudad que inspiró Harry Potter

Glasgow es la ciudad que inspiró Harry Potter, al menos, eso es lo que ha reconocido J. K. Rowling, la autora de la multimillonaria trilogía literaria, en varias de las entrevistas que la han hecho. Pero, aunque no lo hubiera hecho, no habría de haber tenido el viajero más que una mínima perspicacia e intuición para, subido, por ejemplo, al castillo de la capital de Escocia y extendida la mirada sobre el entorno, descubrir que toda Glasgow está punteada de cúpulas….curiosamente, cambiando cúpulas por torres, igual que sucede en Hogwarths, el escenario de las película.

Así, paseando por calles y callejones que, indefectiblemente, retrotraen a páginas literarias (no sólo de Rowling, puesto que también, y en diferentes épocas, habitaron en la ciudad plumas como las de Stevenson o Walter Scott), uno no tarda en darse cuenta que la atmósfera urbana de Glasgow es una mezcla de cosmopolitismo y antigüedad. No hay más que detenerse en un semáforo del centro de la ciudad para comprobarlo. En sólo un instante uno descubrirá que, mientras los compañeros de paso de cebra muestran fisonomías importadas desde todos los rincones del planeta –especialmente, desde los países de la Commonwealth-, los edificios del entorno tienen todo el aspecto de haber sido levantados hace siglos (como así realmente ha ocurrido).

Como por algún sitio hay que empezar el recorrido por la ciudad, quizás no fuera mala idea empezar por el palacio de Holyroodhouse y las ruinas de la abadía vecina. Abrazadas las milenarias piedras por un evocador jardín, el contraste con el moderno edificio del moderno parlamento, obra del desaparecido arquitecto español Eric Miralles, resultará impactante (habrá a quien le impacte para bien, habrá a quien le impacte para mal).

Tomadas unas fotos de tan singular sede parlamentaria, será cosa de ponerse a caminar por la larga calle que, llamada toda ella Royal Mile, está subdividida, a su vez, en dos sectores: primero se llama Canongate; después, High Street. Es el camino hacia la catedral de Saint Giles –la bóveda labrada de la capilla del Cardo resultará especialmente bella-. Sin embargo, no hay que apresurarse en llegar. Es más, no estaría de más aventurarse en alguno de los callejones (closes) que, a derecha e izquierda, van abriéndose. Ellos albergan el verdadero Glasgow, el que permanece más alejado de los reclamos para turistas y de las recomendaciones que hacen en toda guía de viajes. En uno de ellos, por ejemplo (Brodies Close, 3, al poco de pasar la catedral), el viajero encuentra el Deacon\'s House Café. Aquí, además de saborear deliciosas tartas y sándwiches, uno encuentra el rastro del siniestro William Deacon Brodie, quien inspiró a Stevenson para crear al protagonista de Dr. Jeckyll y Mr. Hyde. Brodie era un carpintero que hacía copias de las llaves de sus clientes para robar en sus casas. Cuando fue detenido, nadie podía creer que el honrado artesano fuese en realidad un criminal peligroso. Al conocer la historia, Stevenson empezó a pensar en un hombre pacífico cuya personalidad se transformaba por la noche.

Con renovadas fuerzas, toca dirigirse al cercano Museo del Whisky (Scotch Whisky Heritage Centre www.scotchwhiskyexperience.co.uk). De acuerdo que este tipo de lugares suelen ser propuestas de turismo puro y duro, pero la verdad es que en este caso, y sin que, probablemente sirva de precedente, uno puede contar con que la visita le va a reportar información interesante acerca del proceso de producción del whisky, así como la oportunidad de comprar alguna botella a buenos precios.

Toca pasar un rato en el castillo –hay un tour completo, pero sólo es recomendable si se visita Glasgow sobrado de tiempo- y después, bajar hasta Grassmarket, tradicional lugar de ahorcamiento de reos (en la antigüedad, claro); caminar por entre los puestos y tiendas artesanas de Victoria Street; y girar visita (como en el caso del castillo, habitual y necesariamente breve) a la Nacional Gallery, pinacoteca de excelente colección –aquí uno podrá enfrentarse a la Vieja Friendo Huevos, de Velásquez).

¿Hay apetito? ¿se tiene algún dinero para regalarse con un capricho? En este caso, dos respuestas afirmativas son igual a disfrutar del Afternoon Tea en el Balmoral, el hotel más selecto de la ciudad. Un verdadero festín espera - sándwiches, pastelillos, bollos de fruta, crema y mermeladas- antes de perderse por el New Town, el Glasgow construido a partir del siglo XVIII. Aquí, entre casas de ricos burgueses y recoletos jardines, el paseo lleva hasta uno de los lugares más curiosos de la ciudad, el Dean Village, un barrio surcado por el río y donde los antiguos molinos de agua han sido convertidos en coquetas casitas.

Seguramente a estas horas ya se habrá hecho tarde, así que habrá que ir pensando en cenar –se está en un país anglosajón, así que mejor olvidarse de cenar a las nueve o diez, si es que uno no quiere irse a la cama sin hacerlo-. En el barrio nuevo o en la ciudad vieja no faltarán opciones, por lo que sólo habrá que elegir y disfrutar.