Gibraltar, Inglaterra gaditana

El viajero llega a la Línea de la Concepción, la localidad gaditana fronteriza con Gibraltar, la colonia británica al sur de la Península Ibérica. Escucha hablar castellano con un cerrado acento gaditano, hablado por gentes que viven en un ambiente urbano y social similar al de otras localidades de la provincia. Tan sólo a algunos centenares de metros de distancia, los gibraltareños (a los que dicen también llanitos) hablan con ese mismo acento… pero también hablan un perfecto acento británico –no en vano, cuando votan lo hacen como si, en la práctica, vivieran en Londres- y viven en un ambiente urbano que parece un trocito de Inglaterra, tienen fish and chips y pubs, bobies, cabinas rojas, conducen por la derecha y una bandera británica que ondea en lo alto.

Pasar la frontera, viajar a Gibraltar, es trasladarse a un trocito del Reino Unido… con monos, los que habitan en la roca y que no se sabe muy bien como llegaron hasta allí. Unos dicen que llegaron en barcos; otros con los árabes; otros que siempre estuvieron allí… Lo que siempre estuvo ahí fue el ímpetu comercial de sus habitantes, tal y como demuestra los muchos comercios abiertos en ambas aceras de Main Street, la calle principal de Gibraltar, que la recorre de norte a sur. Aunque desde que España entró en la Unión Europea el interés por comprar perfumes o aparatos electrónicos –por poner sólo algunos ejemplos- ha descendido bastante, aún son muchos los que se llevan de Gibraltar, sino aparatos electrónicos que pueden encontrar en España (y con mayor variedad al otro lado de la frontera) si alcohol –principalmente whisky- y, más que nada tabaco, aún bastante más barato que en suelo español (no resulta extraño, en el lado inglés de la frontera, ver como paisanos se introducen paquetes de tabaco, en las partes más inimaginables de su cuerpo, para luego venderlos en España).

Pero Gibraltar, además de ser lugar de comercio, también es –y siempre ha sido- base militar… sobretodo desde el asedio español de 1782, cuando España trató de recuperar la roca que había sido cedida a Gran Bretaña tras el Tratado de Utrech (1713). Es entonces cuando, aparte de fortificar las defensas de la guarnición, se horadaron gran parte de los túneles que se abrieron en el interior de la Gran Roca, y que se pueden visitar.

La verdad es que el viaje a Gibraltar es todo un cúmulo de sensaciones, pero hay una sensación que prima sobre las demás: cuando uno coge el funicular y si eleva hasta los 300 metros de altura, la cima del Peñón. Desde allá arriba se abraza toda la Bahía de Algeciras y al fondo, en días despejados, África.