Douz

El desierto es parte intrínseca del carácter tunecino. Y es que el Sáhara hace presencia al sur del país con sus imponentes dunas, creando un paisaje que sorprende a todos los viajeros y que contrasta con sus animadas playas llenas de vida. Para visitarlo, un punto de partida perfecto es la ciudad de Douz. Esta localidad, llamada la puerta del desierto, ha sabido sacar partido a su ubicación junto a la arena y ha desarrollado unas infraestructuras hoteleras de primer orden que se fusionan con el paisaje del desierto, creando unos espacios llenos de magia, de esos que dejan huella en la memoria del viajero.

Los bereberes han habitado la zona desde tiempos inmemorables, por eso sus tradiciones han quedado en la arquitectura y costumbres de los vecinos de Douz. Muchos de los hoteles se localizan en los alrededores del centro urbano, constituyendo un oasis en el desierto junto a las dunas de Ofra. Los establecimiento están perfectamente equipados con servicios que suelen incluir piscinas al aire libre, restaurante, spas, animación, transporte... Y, por supuesto, cuentan con aire acondicionado.

Douz es un buen enclave para visitar los oasis de palmeras más importantes del país. Allí en esas visitas recorreréis los palmerales y podréis descubrir cómo se recogen los dátiles y que funcionalidades tiene este ingrediente tanto en la cocina como en otros campos. Os sorprenderán los trabajadores que suben descalzos hasta lo alto de las palmeras. En el mismo sentido sorprendente llama la atención el cercano Chott el-Djerid, un lago salado de casi 5.000 kilómetros cuadrados, un paisaje chocante en pleno desierto que cruza una carretera de más de 100 kilómetros de longitud. También en las cercanías una visita indispensable es la que se debe hacer a los pueblos trogloditas de Matmata, perfectamente conocidos por los seguidores de Star Wars, ya que han servido de escenario para sus películas. Allí nos aguardan casas construidas bajo tierra, excavadas en la arcilla, casi ocultas. Merece la pena adentrarse en alguna para recorrer sus túneles y sentir una temperatura agradable.

Tras una visita a los palmerales y los indispensables de la zona, toca ver el desierto en sí mismo. En el Sáhara se pueden realizar numerosas actividades programadas por las empresas de turismo locales que ofrecen desde paseos en camellos por las dunas, a aventuras en 4x4 e incluso cenas bereberes nocturnas en pleno desierto con espectáculo incluido (no falta la típica danza del vientre). Son actividades para extranjeros, pero que aún así guardan aroma de autenticidad.

De vuelta a Douz, no hay que dejar de pasear por su mercado, en la plaza central de la ciudad. Si no hemos sucumbido a los vendedores del desierto para comprar una famosa rosa del desierto como recuerdo, este es lugar para hacerlo. Además en la ciudad se puede conocer el Museo del Sáhara, que explica a través de objetos las duras condiciones de vida de los nómadas que han habitado en sus arenas a lo largo de la historia. ¡Ah! Y no hay que abandonar Douz, sin haber probado el típico té de menta del lugar.