Isla de Djerba

Sidi Mahrez, Rass Taguerness, Seguia… los nombres de estas playas tunecinas son bien conocidas por el turismo internacional por ser playas increíbles, contar con vistas de postal, maravillosas zonas en las que practicar el buceo. Además, y aprovechando que entre los meses de abril y noviembre, la temperatura en la zona rara vez baja de los veinte grados, se puede aprovechar la estancia para disfrutar del territorio sin encontrar grandes aglomeraciones de gente; gozar de este paraje y, a la vez, alejarse de los grandes flujos turísticos.

Del lugar del que Gustave Flaubert, el autor de Madame Bovary, dijo que el aire es tan suave que te impide morir (durante el periodo de la colonia, pasaron por aquí un buen número de artistas franceses), se pueden decir muchas cosas… entre ellas, que uno no se va a aburrir aquí. Y es que se puede elegir entre los 125 kilómetros de playas que rodean a la isla y un interior, mucho menos explorado y explotado, en el que el viajero encontrará casas tradicionales blanqueadas en cal y rodeadas de un huerto cercado por muretes, rebaños de cabras (estos surgen en cuanto se sale uno de las carreteras principales), talleres tradicionales de alfarería de torno manual y horno moruno o camellos sesteando a la sombra de palmeras. En todo caso… ¿pudiendo tenerlo todo, porqué no intercalar interior y playa?