Ha sido reconocido por la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Así que, es el momento ideal para, la noche del 22 de diciembre, acercarse hasta la catedral de Palma de Mallorca y escuchar un ritual legendario conservado desde los tiempos de la Edad Media… aunque con reminiscencias mucho, mucho más antiguas: el Canto de la Sibila.

Aún no estando el canto circunscrito específicamente a la catedral mallorquina –también se interpreta en otras localidades del archipiélago balear, además de en otras poblaciones mediterráneas-, la representación de Palma tiene una pureza que los expertos consideran única.

El Cant de sa Sibil-la, como se dice en mallorquín, era representado originalmente en latín por seis presbíteros a partir de un Judiciaria Signum al que algunos asignan origen mozárabe y otros sitúan en el Languedoc francés. En cualquier caso, todo cambió en el siglo XV, con la popularización de las lenguas romances. Este canto también adoptó las nuevas lenguas

Lo entonan un muchacho o una muchacha, a quienes acompañan por lo menos dos acólitos (niños o niñas). Durante el canto van recorriendo la iglesia en procesión hasta llegar al coro: el cantante camina con una espada que mantiene erguida delante del rostro y los acólitos lo rodean llevando cirios encendidos. Al finalizar la procesión, el cantante traza una cruz en el aire con la espada. Las versiones del canto interpretadas en la isla se ejecutan a cappella, con un toque de órgano entre dos versículos, y no se apartan, apenas, de su origen gregoriano.

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