Sevilla es auténtica, una ciudad que uno no se cansa nunca de patear de un lado a otro. Tiene un olor especial sí, pero también un encanto único que se descubre en cada bar, se intuye en cada mirada y se respira en cada calle de su centro. Hay tanto que hacer que, para no perderse lo básico si se va a estar poco tiempo en la capital andaluza, lo mejor es hacerse un bosquejo con qué ver. Aunque, ya sabéis, los planes están hechos para romperse y en Sevilla, lo imprevisible es más que probable.
La Catedral de Sevilla
Su tamaño es impresionante, siendo uno de los templos cristianos más grandes del mundo. Es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y no es para menos. Cuando os acerquéis veréis los coches de caballos y numerosas tiendas de souvenirs, seguid vuestro camino porque os aguarda una obra maestra de arquitectura religiosa. Es una antigua mezquita y a lo largo de sus muros se puede observar la historia de los distintos movimientos artísticos de la ciudad. Aquí se encuentra la Giralda, que no es sino el campanario de la Catedral. Mide más de 100 metros de altura y está compuesta por una parte inferior que pertenecía a la antigua mezquita y una parte superior construida ya en época cristiana. Tampoco os podéis perder el Patio de los Naranjos y sus diferentes puertas de entrada. Para poder visitarla hay que pagar 9 euros (hay entradas reducidas). Podéis consultar horarios y más detalles en la página web de la Catedral de Sevilla.
La Plaza de España
Dentro del Parque de María Luisa se ubica este rincón, capaz de seducir a cualquiera y es que la Plaza de España de Sevilla deja a quienes la visitan con una sensación mágica. Se construyó como edificio principal de la Exposición Iberoamericana, que tuvo lugar en 1929. Tiene forma semielíptica y si la recorréis entera iréis descubriendo en paños de azulejos el nombre y las características de todas las provincias de España. La plaza está bordeada por un canal, que cruzan cuatro puentes. Imposible no fotografiarla.
Real Alcázar
Sin duda el Real Alcázar no puede faltar en una lista de imprescindibles de Sevilla. Es uno de los palacios en uso más antiguos del mundo. Se construyó en el siglo XI y desde entonces ha sido un lugar clave en Sevilla. Merece la pena caminar por sus jardines con naranjos, observar los detalles de sus salones y conocer las leyendas y anécdotas que esconde en su interior. Podéis hacer una visita guiada o una visita libre. Eso sí no os perdáis nada de nada, porque sus patios como el de las Doncellas o sus salones como el de Embajadores os embrujarán. Hay varias tarifas dependiendo de el tipo de visita que se quiera realizar. Lo mejor es que consultéis la web de los Reales Alcázares. Además si queréis evitar filas podéis comprar el ticket on-line.
Torre del Oro
Aprovechad vuestro paseo hasta las orillas del Guadalquivir para visitar la Torre del Oro, que se sitúa junto a la plaza de toros de la Real Maestranza. Su altura es de 36 metros y toma el nombre del brillo que tenía y que se reflejaba en las aguas del río. Fue levantada en el siglo XIII y a lo largo de la historia ha vivido varias restauraciones. En su interior alberga el Museo Naval de Sevilla. Su entrada cuesta 3 euros.
De tapas
Las tascas sevillanas atraen. Es inevitable caer en una de ellas y dejarse llevar por la labia de quien está detrás de la barra. Un barrio muy propicio para relajarse con una cervecita bien fresca y un plato de, por ejemplo, pringá es Triana. Tampoco hay que decir que no a los bares del Barrio de Santa Cruz (no dejéis de pasear por su callejuelas), la zona del Arenal, o a los del Centro. Por ejemplo en este último lugar encontraréis la taberna-restaurante más antigua de Sevilla, el Rinconcillo, fundada nada más y nada menos que en 1670, donde tenéis que probar sus famosos garbanzos con espinacas. Tampoco dejéis de entrar en una abacería, que no es sino una tienda de ultramarinos donde se pueden consumir algunos de sus productos acompañados de un buen vino.
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